“Con corazones llenos de emoción y espíritus intrépidos, nos adentramos en la majestuosidad del Cerro Tres Picos, el pico más alto de la provincia de Buenos Aires. Era un día glorioso, bendecido con un clima amable que nos sonreía mientras comenzábamos nuestra odisea de un trekking de 15 kilómetros ida y vuelta.
Con cada paso, nuestras piernas se volvían más fuertes, nuestros pulmones se expandían con aire puro y nuestros espíritus se elevaban. El grupo se unió en una camaradería envidiable mientras nos desafiábamos a nosotros mismos a llegar a la cima. Y así lo hicimos, casi todo el grupo superó el desafío, cada uno celebrando su propia victoria personal.
Al mediodía, nuestros estómagos rugían de alegría cuando nos deleitamos con una suculenta y abundante picada de Las Dinas y Produlac. El festín nos brindó la energía necesaria para enfrentar la parte más extenuante del descenso.
Mientras el sol se desvanecía en el horizonte, nos aventuramos a descender por los senderos, teñidos con los vibrantes colores de su despedida. Cada paso nos llevaba más cerca de nuestro merecido descanso, donde nos esperaba una deliciosa merienda acompañada de café caliente. La noche llegó y nos reunimos alrededor de una cena exquisita (locro) para celebrar el espíritu de conquista y y el dia del Trabajador (1 de mayo)
Al despertar al día siguiente, ansiosos por explorar más, nos dirigimos hacia la Olla Naposta, un lugar de ensueño que nos dejó sin aliento. Cada rincón era un regalo para nuestros ojos, una muestra de la grandeza de la naturaleza. Descubrimos cascadas cristalinas, rocas majestuosas y la serenidad que solo se encuentra en lugares mágicos como este.
La noche nos abrazó con su manto estrellado mientras descansábamos en un refugio encantador, donde siempre nos reciben con cálida hospitalidad. Allí encontramos refugio para nuestros cuerpos cansados pero felices, y nuestras almas se llenaron de gratitud por las experiencias compartidas, celebrando con un majestuoso Asado.
En esos momentos, nos damos cuenta de que somos parte de algo más grande que nosotros mismos, que la aventura nos une y nos enseña a desafiar nuestros límites. En cada paso, en cada vista impresionante, descubrimos nuestra fuerza y autosuperación. Y así, con el espíritu de los verdaderos aventureros, continuamos nuestro camino, listos para abrazar la próxima expedición y escribir nuevos capítulos en nuestra historia de valentía y exploración.
Mientras ascendíamos el Cerro Tres Picos, los sabores se volvieron nuestros fieles compañeros. Al mediodía, una generosa picada nos aguardaba, con quesos, salames y aceitunas caseras que nos llenaron de energía. En la noche, el aroma ancestral del locro nos envolvió, con maíz, porotos y carne cocidos a fuego lento. Un wok de verduras frescas nos sorprendió con su vitalidad en otro día soleado. Y cuando el fogo estaba a flor de piel, el asado nos regaló chorizos, costillas y unas tapas de asado marinadas con especias, llenos de sabor ahumado. Finalmente, las empanadas fritas de cordero cerraron nuestra aventura culinaria, con masas doradas y rellenos suculentos. Que estos sabores permanezcan como un recuerdo reconfortante, alimentando nuestros cuerpos y almas en el camino de la aventura.