Nuestra aventura en
Cura Malal 2023
"Compartir una aventura no solo duplica la diversión, sino que también nos enriquece con la sabiduría y la perspectiva de aquellos que nos acompañan".
Helen Keller
Cura Malal: Descubriendo el espíritu aventurero y los sabores auténticos

Bitácora de Aventura

El sol salía por el horizonte, pintando el cielo con sus tonalidades doradas mientras un grupo de valientes aventureros se adentraba en las increíbles tierras del cordón serrano de Cura Malal, en la provincia de Buenos Aires. Éramos 46 intrépidos dispuestos a vivir una experiencia que jamás olvidaríamos, unidos por nuestra pasión por la naturaleza y las emocionantes travesías.

Después de un largo viaje de tres horas, el grupo llegó a Espartillar, un pintoresco pueblito que albergaba la tan esperada Fiesta de la Trufa Negra. Ahí, envueltos en un ambiente lleno de sabores y aromas, nos deleitamos con una amplia variedad de productos regionales, destacando la deliciosa trufa negra, un verdadero tesoro culinario. Además, tuvimos el privilegio de escuchar las charlas de reconocidos expertos nacionales en gastronomía y adquirir algunos de los productos locales que se ofrecían.

Con nuestros paladares satisfechos y nuestros espíritus avivados por la emoción, nos dirigimos a la acogedora estancia donde nos esperaban nuestros amables anfitriones. La primera cena fue compartida entre risas y anécdotas, servida en cuencos especialmente diseñados para la ocasión, uno de los primeros regalos de Iwimo para sus intrépidos aventureros, mientras la serenidad de las montañas se hacía presente en cada rincón. Algunos de nosotros nos retiramos a descansar, otros se quedaron alrededor del calor de las estufas y algunos más se divirtieron un poco bailando, preparándonos para el desafío que nos esperaba al amanecer.

El domingo, el frío acariciaba nuestras mejillas cuando nos aventuramos en la fresca mañana. Era el momento de ascender al imponente cerro El Libertador, una cumbre que se alzaba a más de 1000 metros sobre el nivel del mar. Durante la caminata, compartimos animadas charlas y contagiosas risas, estrechando aún más nuestros lazos. Alrededor de las 11 de la mañana, comenzamos la ascensión, llevando con nosotros la determinación y la pasión por conquistar la cima.

Tras un esfuerzo conjunto, finalmente alcanzamos la cumbre del cerro El Libertador. Ahí, nos detuvimos para recobrar el aliento y reponer fuerzas con un merecido festín antes de deleitarnos con el maravilloso panorama que se desplegaba a nuestros pies. Con nuestros estómagos satisfechos y nuestros corazones llenos de satisfacción, emprendimos el regreso al refugio en la estancia, llevando con nosotros la energía renovada y los recuerdos imborrables de la jornada.

Al caer la tarde, el fuego cobró vida, anunciando la llegada de una suculenta cena de corderos y chivitos. Rodeados de risas y anécdotas compartidas durante la caminata, nos deleitamos con los sabores auténticos de la tierra y el cálido abrazo de la compañía. Pero la noche aún no había terminado.

Llegó el momento del fogón, convocándonos a todos en su abrazo cálido y reconfortante. Alrededor del fuego, las historias se entrelazaron, tejidas con la magia de la naturaleza y de risas compartidas. Algunos preferían disfrutar del baile y la música en el salón de usos múltiples de la estancia, mientras que otros encontraban su lugar junto al crepitar del fuego.

El lunes amaneció con un día gris y lluvioso, y la verdad es que se arruinaron nuestros planes de ir a explorar la Cueva Encantada. ¡Pero eso no nos impidió disfrutar de la compañía y la buena comida! Después de descansar bien, nos levantamos con hambre y empezamos a preparar el almuerzo. ¡Y vaya que nos lucimos con las empanadas! Cada uno le puso su toque personal a los repulgues, algunos quedaron raros, pero lo importante es que estaban riquísimas.

Después de llenarnos la panza, llegó el momento más emocionante: los sorteos. Todos estábamos ansiosos por ganar algún premio extra, aparte del regalo tradicional de cada salida. No te voy a mentir, algunos quedaron con una cara de decepción cuando no les tocó nada, pero otros se llevaron sorpresas geniales.

Pero como dicen por ahí, todo lo bueno tiene su final. Alrededor de las 3 de la tarde, tuvimos que decir adiós a la estancia, a las hermosas sierras y, por supuesto, a nuestros compañeros de aventuras. Nos prometimos volver a encontrarnos en futuras experiencias iwimo Outdoor, llevando en nuestros corazones los recuerdos compartidos y la certeza de que siempre habrá nuevas travesuras esperándonos en el futuro.

Así que cada uno de nosotros emprendió su camino de regreso, cargado de vivencias y momentos inolvidables. Las risas, las charlas y los lazos que se formaron en esta escapada quedarán grabados en nuestra memoria para siempre, y nos impulsarán a seguir buscando nuevas aventuras en la naturaleza. El cordón serrano de Cura Malal se despidió de nosotros, pero nos dejó con la certeza de que siempre habrá más montañas por escalar y senderos por recorrer. ¡Hasta la próxima, Cura Malal!

La gastronomía

El festival gastronómico en esta salida de Iwimo Outdoor fue algo de no creer, ¡amigo! Te cuento que la comida estaba para chuparse los dedos y más. Desde el primer día, cuando llegamos y nos sirvieron la Feijoada en esos cuencos relindos que nos regaló Iwimo, ya sabíamos que la comida no iba a ser algo así nomás.

Pero la magia no solo estaba en los platos, sino en la camaradería entre nosotros y el chef Ramiro. Había una verdadera colaboración de los aventureros, ¿sabés? Algunos se encargaron de conseguir la leña para el fuego, porque sin ese fueguito no hay asado que valga. Otros, con manos mágicas, le dieron esos repulgues perfectos a las empanadas, que quedaron tan ricas que no podía parar de comerlas.

Y no podemos olvidarnos de aquellos valientes que se pusieron el delantal y se encargaron de lavar los utensilios en cada comida. ¡Eso sí que es trabajo en equipo, amigo! Y cuando llegaba la hora de asar y servir las mesas, siempre había alguien dispuesto a echar una mano, porque en una salida de Iwimo, el compañerismo está en la sangre de todos.

Pero volviendo a la comida, el desayuno era una verdadera delicia. Café, té y mates para elegir, acompañados de panes y dulces artesanales que eran como un bocado de cielo. Y en el almuerzo en la cima del cerro, nos sorprendieron con una picada de quesos y fiambres de Las Dinas, ¡un manjar que en ese lugar se potenciaba aún más!

La merienda fue otro momento de placer. Budines y pastafloras de membrillo que eran puro sabor, todo acompañado de mate, té y café. Nos juntamos alrededor de una mesa, compartiendo risas y anécdotas mientras disfrutábamos de estas delicias caseras.

Y la cena de despedida, ¡uff! Chivitos, cordero al asador y un buen pedazo de carne vacuna ¡era para chuparse los dedos! No quedó ni un pedacito de carne en los platos, te lo juro. Pero lo más lindo era ver cómo todos colaboraban con el cocinero, ya sea ayudando a asar la carne o a servir las mesas. Esa es la magia de Iwimo, siempre unidos y apoyándonos en cada paso.

En el último almuerzo, nos sorprendieron con unas empanadas de vizcachas y hongos que te hacían volar la cabeza. Cada bocado era una explosión de sabores y texturas que nos dejaba con ganas de más. Y mientras disfrutábamos de esas empanadas, recordábamos todos los momentos compartidos en esta aventura culinaria.

En fin, amigo, la comida en esta salida de Iwimo fue algo que nunca olvidaré. No solo por los platos exquisitos, sino por el espíritu de camaradería que se vivió en cada comida. Desde conseguir leña hasta lavar los platos, todos pusimos nuestro granito de arena para que la comida fuera un éxito. ¡Y vaya si lo logramos!

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