En un día de pila emocionante, éramos 40 locos por el kayak listos para rockear el arroyo Chapaleofú, cerca de Rauch. Desde temprano, nos dimos cuenta de que el agua estaba a tope y el clima estaba de nuestro lado. ¡Buena señal!
Con nuestros kayaks a punto, nos lanzamos al Chapaleofú como si no hubiera mañana. El arroyo, más lleno que nunca, nos desafió a lo grande. Pero, ojo, estábamos ahí para disfrutar cada ola. El sol nos abrazaba y el agua estaba más calentita que la última vez que nos tocó un día medio gris.
A lo largo de la travesía, el Chapaleofú nos regaló un espectáculo de luces y sombras, con el sol jugando entre las ramas de los árboles. Nos sentíamos como protagonistas de nuestra propia película de acción y aventuras.
Los rápidos, ¡vaya locura! Nos dieron un subidón de adrenalina que ni te cuento. Remando juntos, el grupo se convertía en una piña, enfrentando el desafío con puro buen rollo.
Cuando llegamos al balneario de Rauch, estábamos agotados pero con sonrisas de oreja a oreja. Ese día fue de los buenos, de los que te dejan historias pa’ contar toda la vida. ¡Qué día, qué grupo!
En ese día más pulenta que un mate bien cebado, éramos 40 caudillos del kayak, y nos fuimos al arroyo Chapaleofú cerquita de Rauch. La movida arrancó tempranito, y ya veíamos que el agua estaba más picante que chile en empanada. ¡Buen augurio, che!
Con los kayaks engrillados, nos mandamos al Chapaleofú como toro al rodeo. El arroyo, crecidito y con toda la onda, nos desafiaba a puro remo, pero nosotros le hacíamos frente con las agallas bien puestas. Un poco fresco de temperatura, pero el agua bien templada para zambullirnos en cada volcada que tuvimos durante la remada
A lo largo de la marcha, el Chapaleofú nos tiraba luces y sombras, como si estuviéramos en una pulpería de película. Los rápidos, unos gauchos rebeldes, nos hacían saltar en la canoa como si bailáramos chacarera. El grupo, más unido que yerra con su dueño, encaraba el desafío con toda la buena onda del campo.
Por alli en el medio del arroyo al pie de un puente de Rauch, estaban los amigos más pillos del pago esperándonos con el asado listo en el medio del arroyo. ¡Ni Messi patea un tiro libre tan preciso! Y no te cuento del cordero que tiró Nazareno, más exquisito que locro en domingo. Ahí nomás, entre risas y mate, cerramos el día con la panza llena y el corazón contento comiendos unas pastafloras y tarta de coco como dioses. ¡Qué día, qué grupo, y qué manjar, carajo!