El Croto de venecia, remando por el Quequen

Los relatos del Curupí...

Había una vez una emocionante travesía en canoa y kayak por el misterioso río Quequén Salado, en los comienzos de Iwimo Outdoor. El río, con sus cascadas y saltos, era un desafío lleno de emoción y riesgo. Pero también estaba el peligro latente de las canoas de fibra de vidrio, frágiles y propensas a romperse con el menor roce. Los aventureros sabían que debían tener cuidado para sortear los obstáculos sin dañar sus embarcaciones, como caminar sobre huevos en un campo minado.

Ramiro, el valiente guía, lideraba la travesía, navegando al frente y marcando el camino seguro para cada remador. Pero en aquel día, mientras el grupo avanzaba, la canoa de Marcos, que iba al final, se presentaba como un enigma. Era más ancha que las demás y su silueta parecía retar al río, como un barco dispuesto a conquistar las aguas turbulentas.

La tensión crecía a medida que se acercaban a las peligrosas cascadas. Ramiro dudaba del paso de Marcos, pero el momento de advertirle llegó tarde, como una llamada desesperada que nadie escuchó. Fue entonces cuando todo cambió, como si el destino conspirara contra ellos.

Con las cascadas desatando su furia, el río se convirtió en un voraz embudo. Marcos intentó frenar el inminente desastre, pero la canoa se volcó y se llenó de agua rápidamente, como un titán herido que se hundía. Sacaron a la desesperada todo lo que llevaba dentro: comida, utensilios de cocina y hasta las cervezas y jugos. Parecía un bazar caótico flotando en las aguas.

Pero la angustia no terminó ahí. La canoa se doblegó bajo la presión del río, partiéndose en dos con un estruendo que resonó en el alma de los aventureros. El corazón se detuvo por un instante. ¿Podía haber algo peor? El suspenso envolvía el aire, como una niebla espesa y opresiva.

En ese momento, el tiempo pareció detenerse, y un eco lejano de esperanza pareció desvanecerse en el aire. Pero de repente, como un rayo de luz en medio de la oscuridad, apareció Marcos, el héroe improvisto. Sentado sobre los tambuchos sanos de la canoa rota, remaba con una conservadora improvisada como asiento y una pala larga en sus manos.

Todos se asombraron de su ingenio y valentía. Era un espectáculo digno de las mejores películas de acción. En ese instante, el suspenso se transformó en júbilo, las risas emergieron como una cascada de alegría.

Con una mezcla de emoción y alivio, continuaron su travesía, sabiendo que en el río de la vida y en aquella aventura llena de risas y desafíos, nunca se sabía lo que el destino tenía preparado. Pero lo que sí sabían era que juntos, podían superar cualquier obstáculo, como una verdadera familia de exploradores valientes en busca de nuevas aventuras.

Así, con el corazón palpitante y una historia para recordar por siempre, siguieron adelante en aquella travesía inolvidable por el misterioso río Quequén Salado. 🌊🛶🌟

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